Pope Francis

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Wednesday, 6 March 2013

Construcción de una comunidad mundial, con su autoridad correspondiente, justamente partiendo del amor, y precisamente del amor por el bien común de la familia humana

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS PARTICIPANTES EN LA PLENARIA
DEL CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ


Sala del Consistorio
Lunes 3 de diciembre de 2012

Señores cardenales,
venerados hermanos en el Episcopado y en el sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas:
Me alegra acogeros con ocasión de vuestra asamblea plenaria. Saludo al cardenal presidente, a quien agradezco las corteses palabras que me ha dirigido, así como al monseñor secretario, a los oficiales del dicasterio y a todos vosotros, miembros y consultores, venidos para este importante momento de reflexión y de programación. Vuestra asamblea se celebra en el Año de la fe, después del Sínodo dedicado a la nueva evangelización, también —como se ha dicho— en el quincuagésimo aniversario del Concilio Vaticano II y —dentro de pocos meses— de la encíclica Pacem in terris del beato Papa Juan XXIII. Se trata de un contexto que ya de por sí ofrece múltiples estímulos.
La doctrina social, como nos ha enseñado el beato Papa Juan Pablo II, es parte integrante de la misión evangelizadora de la Iglesia (cf. Enc. Centesimus annus, 54), y con mayor razón ha de considerarse importante para la nueva evangelización (cf. ib., 5; Enc. Caritas in veritate, 15). Acogiendo a Jesucristo y su Evangelio, además de en la vida personal también en las relaciones sociales, nos convertimos en portadores de una visión del hombre, de su dignidad, libertad y relacionalidad, que se caracteriza por la trascendencia, en sentido tanto horizontal como vertical. De la antropología integral, que deriva de la Revelación y del ejercicio de la razón natural, dependen la fundación y el significado de los derechos y los deberes humanos, como nos ha recordado el beato Juan XXIII precisamente en la Pacem in terris (cf. n. 9). Los derechos y los deberes en efecto no tienen como único y exclusivo fundamento la conciencia social de los pueblos, sino que dependen primariamente de la ley moral natural, inscrita por Dios en la conciencia de cada persona, y por tanto, en última instancia, de la verdad sobre el hombre y sobre la sociedad.
Aunque la defensa de los derechos haya hecho grandes progresos en nuestro tiempo, la cultura actual, caracterizada, entre otras cosas, por un individualismo utilitarista y un economicismo tecnocrático, tiende a subestimar a la persona. Esta es concebida como un ser «fluido», sin consistencia permanente. No obstante esté sumergido en una red infinita de relaciones y de comunicaciones, el hombre de hoy paradójicamente aparece a menudo como un ser aislado, porque es indiferente respecto a la relación constitutiva de su ser, que es la raíz de todas las demás relaciones, la relación con Dios. El hombre de hoy es considerado en clave prevalentemente biológica o como «capital humano», «recurso», parte de un engranaje productivo y financiero que lo supera. Si, por una parte, se sigue proclamando la dignidad de la persona, por otra, nuevas ideologías —como la hedonista y egoísta de los derechos sexuales y reproductivos o la de un capitalismo financiero desordenado que prevarica en la política y desestructura la economía real— contribuyen a considerar al trabajador dependiente y su trabajo como bienes «menores» y a minar los fundamentos naturales de la sociedad, especialmente la familia. En realidad, el ser humano, constitutivamente trascendente respecto a los demás seres y bienes terrenos, goza de un primado real que lo sitúa como responsable de sí mismo y de la creación. Concretamente, para el cristianismo, el trabajo es un bien fundamental para el hombre, en vista de su personalización, de su socialización, de la formación de una familia, de la aportación al bien común y a la paz. Precisamente por esto el objetivo del acceso al trabajo para todos es siempre prioritario, también en los períodos de recesión económica (cf. Caritas in veritate, 32).
De una nueva evangelización del ámbito social pueden derivar un nuevo humanismo y un renovado compromiso cultural y proyectivo. Ella ayuda a destronar los ídolos modernos, a sustituir el individualismo, el consumismo materialista y la tecnocracia con la cultura de la fraternidad y de la gratuidad, del amor solidario. Jesucristo resumió y perfeccionó los preceptos en un mandamiento nuevo: «Como yo os he amado, amos también unos a otros» (Jn 13, 34); aquí está el secreto de toda vida social plenamente humana y pacífica, así como de la renovación de la política y de las instituciones nacionales y mundiales. El beato Papa Juan XXIII motivó el compromiso por la construcción de una comunidad mundial, con su autoridad correspondiente, justamente partiendo del amor, y precisamente del amor por el bien común de la familia humana. Así leemos en la Pacem in terris: «Si se examinan con atención, por una parte, el contenido intrínseco del bien común, y, por otra, la naturaleza y el ejercicio de la autoridad pública, todos habrán de reconocer que entre ambos existe una imprescindible conexión. Porque el orden moral, de la misma manera que exige una autoridad pública para promover el bien común en la sociedad civil, así también requiere que dicha autoridad pueda lograrlo efectivamente» (n. 136).
La Iglesia no tiene ciertamente la tarea de sugerir, desde el punto de vista jurídico y político, la configuración concreta de tal ordenamiento internacional, pero ofrece a quien tiene la responsabilidad los principios de reflexión, los criterios de juicio y las orientaciones prácticas que pueden garantizar su entramado antropológico y ético en torno al bien común (cf. Caritas in veritate, 67). En la reflexión, de cualquier manera, se ha de tener presente que no se debería imaginar un superpoder, concentrado en las manos de pocos, que dominaría a todos los pueblos, explotando a los más débiles, sino que toda autoridad debe entenderse, ante todo, como fuerza moral, facultad de influir según la razón (cf. Pacem in terris, 47), o sea, como autoridad participada, limitada por competencia y por el derecho.
Doy las gracias al Consejo pontificio Justicia y paz porque, junto con otras instituciones pontificias, se ha prefijado profundizar las orientaciones que ofrecí en la Caritas in veritate. Y esto ya sea mediante las reflexiones para una reforma del sistema financiero y monetario internacional, ya sea mediante la Plenaria de estos días y el Seminario internacional sobre la Pacem in terris del próximo año.
Que la Virgen María, que con fe y amor acogió en sí al Salvador para darlo al mundo, nos guíe en el anuncio y en el testimonio de la doctrina social de la Iglesia, para hacer más eficaz la nueva evangelización. Con este deseo, de buen grado imparto a cada uno de vosotros la bendición apostólica. Gracias.

Santo Padre Benedicto XVI


Saturday, 2 March 2013

Tres Encíclicas que estremecieron al mundo

Benedicto XVI, legó tres encíclicas a la humanidad
Tres Encíclicas que estremecieron al  mundo
Tres Encíclicas que estremecieron al mundo
Una encíclica es una carta solemne que dirige el Papa a todos los obispos y fieles del orbe católico para exponer determinados puntos de la doctrina cristiana en torno a alguna materia en particular. Por lo mismo, su contenido es verdaderamente trascendental y perenne, lo más importante que escribe un Papa. En el caso de Benedicto XVI, legó tres de ellas a la humanidad, la primera cuando aún no cumplía un año de haberse convertido en el pastor de la Iglesia de Jesucristo. Como es tradicional, todas ellas son conocidas por su título en latín.

Deus caritas est

La primera encíclica fue publicada por Benedicto XVI el 25 de enero de 2006. Deus caritas est significa «Dios es amor».

A diferencia de otros pontífices, no trazó en esta primera encíclica, como suele ser la tradición, las líneas de lo que sería su pontificado.

El documento trata sobre el amor cristiano.
Enseña el Papa que:



  • La opción fundamental de la vida es creer en el amor de Dios, pues no se comienza a ser cristiano sino por el encuentro con Jesús.
  • El amor es «divino» porque proviene de Dios y a Dios nos une y nos convierte en una sola cosa.
  • Hay una inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo.
  • Eros es el nombre que los antiguos griegos dieron al amor entre hombre y mujer; éste, puesto en la naturaleza del hombre por su mismo Creador, tiene necesidad de disciplina, de purificación y de maduración para no degradarse en puro "sexo".
  • Hay otros términos en lengua griega relativos al amor, como philia (amor de amistad) y agapé, muy usado este último en los escritos neotestamentarios.
  • El agapé es el amor gratuito y desinteresado, el amor incondicional.
  • El eros de Dios para con el hombre es a la vez agapé, no sólo porque se da del todo gratuitamente sino también porque es amor que perdona. En Jesucristo, que es el amor encarnado de Dios, el eros-agapé alcanza su forma más radical.
  • El amor (caritas) siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa.


    Spe salvi

    La segunda encíclica del Papa Ratzinger fue dada a conocer a la Iglesia el 30 de noviembre de 2007. Se llama Spe salvi, que quiere decir «Salvados en la esperanza».

    Aquí Benedicto XVI hace una magistral exposición teológica de lo que es la esperanza cristiana, y critica la idea de «fe en la razón y el progreso» dirigida a tratar de recuperar el «paraíso perdido».

    Aquí se resumen algunos de sus puntos principales:
  • La salvación se ofrece en el sentido de que se nos ha dado una esperanza fiable gracias a la cual podemos afrontar el presente.
  • Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva.
  • «Esperanza» es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes las palabras «fe» y «esperanza» parecen intercambiables.
  • Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza.
  • El cristianismo no trae un mensaje socio-revolucionario, Jesús no trajo una liberación política sino el encuentro con el Señor de todos los señores, el encuentro con el Dios vivo y, así, el encuentro con una esperanza más fuerte que los sufrimientos.
  • Quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida.

    Caritas in veritate

    Por último, Caritas in veritate es de carácter social y fue entregada al mundo por el pontífice alemán el 29 de junio de 2009.

    La traducción del nombre de esta encíclica es «Caridad en la verdad», y presenta cómo deben integrarse precisamente la caridad y la verdad en el desarrollo integral del ser humano. También explica que, más que un cambio del sistema económico, es necesario un cambio de mentalidad de las personas que actúan en la economía; por eso apunta hacia la recuperación de «los principios tradicionales de la ética social», tales como la transparencia, la honestidad y la responsabilidad" pero también en dando espacio a la gratuidad y a la solidaridad.

    Aquí algunas de sus enseñanzas fundamentales:
  • La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres. Es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia.
  • El origen de la caridad es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo.
  • Los hombres son destinatarios del amor de Dios, y al mismo tiempo llamados a difundir la caridad de Dios.
  • La justicia es la primera vía de la caridad. Por un lado, la caridad exige la justicia; por otro, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón.
  • La verdadera caridad manifiesta siempre el amor de Dios.
  • El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene un valor superior al compromiso secular y político.
  • La fidelidad a la verdad es la única garantía de libertad y de la posibilidad de un desarrollo humano integral.
  • La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo.

    La cuarta encíclica

    Se especulaba que si Benedicto XVI había escrito encíclicas sobre la esperanza y el amor, seguramente escribiría otra sobre la otra virtud teologal, la fe; más aún habiendo convocado un Año de la Fe.

    Y, sí, en agosto de 2012 el cardenal Bertone, secretario del Estado Vaticano, confirmó que el Papa estaba preparando esa encíclica «como un regalo por el Año de la Fe».

    A menos que en estos escasos días que le quedan de pontificado se hiciera la publicación, la cual ciertamente no se ha anunciado, la cuarta encíclica no verá la luz. Si más tarde se publicara, probablemente se le tendrá que considerar con un carácter diferente al de un documento pontificio."

  • (http://es.catholic.net/jovenes/435/1261/articulo.php?id=57339)

    Sunday, 24 February 2013

    Providencia de Dios

    Sunday, 17 February 2013

    Redescubrir la fe en Dios

    Saturday, 16 February 2013

    Abriendo nuestra vida cada vez más a Dios

    Sunday, 10 February 2013

    Todos somos pecadores

    Saturday, 9 February 2013

    Libertad y paz