Cuando el dinero se vuelve el fin y la razón de toda actividad e
iniciativa, entonces prevalecen la óptica utilitarista y las lógicas
salvajes del provecho, que no respeta a las personas, con la
consiguiente caída de los valores de la solidaridad y del respeto de la
persona humana. Los que trabajan en los diversos ámbitos de la economía y
de la finanza están llamados a cumplir opciones que favorezcan el
bienestar social y económico de toda la humanidad, ofreciendo a todos la
oportunidad de realizar su propio desarrollo. Los animo a obrar siempre responsablemente, favoreciendo relaciones
de lealtad, de justicia y de fraternidad, afrontando con valentía, sobre
todo los problemas de los más débiles y de los más pobres. No basta dar
respuestas concretas a las demandas económicas y materiales. Hay que
suscitar y cultivar una ética de la economía, de la finanza y del
trabajo. Hay que mantener vivo el valor de la solidaridad - esta palabra
que corre el riego de ser borrada del diccionario - como actitud
moral, expresión de la atención hacia el otro en todas sus legítimas
exigencias. Si queremos entregar mejorado, a las generaciones futuras, el
patrimonio ambiental, económico, cultural y social que hemos heredado,
estamos llamados a asumirnos la responsabilidad de trabajar para
impulsar una globalización de la solidaridad. La solidaridad es una
exigencia que mana de la misma de red de interconexiones que se
desarrollan con la globalización. Y la Doctrina Social de la Iglesia nos
enseña que el principio de solidaridad se realiza en armonía con el de
la subsidiaridad. Gracias al efecto de estos dos principios los
procesos van al servicio del hombre y crece la justicia, sin la cual no
puede haber paz verdadera y duradera.
Papa Francico, 15-11-2014
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